lunes, 11 de marzo de 2019

DIARIO DE UN MÚSICO - CAPÍTULO IV



CAPÍTULO IV: El camino hacia Ciudad Primavera (mi primer disco)

Estaba decido a hacerlo. Y sabía que iba a lograrlo. Pero ¿cómo?. ¿ Cómo iba a lograrlo?.
Era el verano del 2018 y hacía apenas unos días que había tomado la decisión imperiosa de dedicar la totalidad de mis esfuerzos en concretar mi  anhelo más profuso: grabar mi primer disco. Para ser más claro, la decisión en sí, abarcaba además una globalidad de pequeñas metas vinculadas a la música, tales como volver a tocar en vivo, ensayar todos los días,  estudiar más sobre técnica musical, entre otras  cosas, es decir, dedicar de lleno un año entero a la música. Es verdad que todo esto resultaba algo pretencioso, pues existían variables y circunstancias que probablemente no hubiera podido controlar, y que en efecto no pude, pero me entusiasmaba en sobremanera el hecho de ponerme al límite, al pie del cañón. Ese vértigo del no saber qué va a pasar, me otorgaba una sensación de vitalidad  única,  equiparable sólo con esa bruma emocional que se apodera del  músico al momento de subir por primera vez al escenario. Hay que tener un buen par de “pelotas” bien puestas para enfrentar a lo desconocido.
Y bueno, como relaté en un capítulo anterior de esta crónica, ya había tenido una experiencia desafortunada al intentar grabar mis canciones en un estudio, por lo que esta vez tomaría muchas precauciones para encaminar este proyecto hacía un final feliz. Recuerdo las acciones que reflejaban mi determinación: busqué en internet referencias de los mejores estudios de grabación en la capital de mi país, apunté una decena de nombres de productores musicales e ingenieros de sonido con los que me hubiera gustado trabajar, hice llamadas,  consultas, presupuestos, visitas, todo ello a fin de no dejar algún cabo suelto.  El plan era simple: viajaría a Lima durante mis vacaciones para grabar mi primer disco de cinco canciones en un mes. Suena simple, ¿verdad que sí?. Pues no lo era y no lo fue. No sólo porque su concretización implicaba cuadrar una infinidad de cosas, sino porque además es realmente complicado agendar con tantas personas a la vez (productor, ingeniero de sonido, músicos, estudio, etc). Sólo había una cosa en el mundo que haría que todas estas personas me otorgaran la prioridad necesaria: el dinero. Sí, el cochino dinero. Pues bien, en ese tema tampoco era como que andaba holgado, tenía ciertos ahorros pero no era mucho. En algún momento me frustré, el tiempo transcurría hacia la fecha límite y nada parecía resultar de acuerdo a lo planeado. Como resultado de mi búsqueda obtuve todo tipo de respuestas: buenas, malas y hasta incluso algunas curiosamente insólitas. Es anecdótico como algunas personas ven tus sueños de una manera tan frívola o hasta superficial. Tocas alguna puerta,  muestras un interés genuino en contar con la participación de un profesional capacitado y qué obtienes a cambio: indiferencia, banalidad, rechazo. Y es que para nadie tus sueños serán tan importantes como para ti mismo. Muchas menos ahora que la industria de la música ha cambiado tanto y en casi todas sus aristas, desde su producción hasta su comercialización. Somos víctimas inconscientes de una cultura de inmediatez y efervescencia que ha aglutinado casi todos los aspectos de la vida misma. En la música por ejemplo, son pocos los estudios musicales que arriesgan o invierten en un talento nuevo o que van en búsqueda de él. Ahora la mayoría de los estudios sólo ponen su dinero si es que se trata de un negocio seguro, rentable, que va de acuerdo a la moda del momento. Es lamentable pero en algunos casos, te exigen incluso que todo tu material ya se encuentre culminado para que ellos sólo pongan su sello en la portada y se encarguen de la distribución comercial. Y qué decir de la comercialización. Ahora ya nadie compra discos, todo se limita a las transferencias virtuales y que en su mayoría de casos sólo se trata de singles. Es raro cruzarse con un álbum completo que maneje algún concepto artístico fidedigno.   Evoco plasmar toda esta desazón en una charla que sostuve con Manuel Garrido – Lecca, un reconocido productor musical de mi país, nominado al grammy en alguna oportunidad por su maravilloso trabajo. Manuel, que se encontraba en los Estados Unidos en ese instante, al escuchar los intentos fallidos en mi búsqueda, se solidarizó conmigo con palabras que de forma involuntaria, me otorgaron la respuesta que necesitaba: «Christian, lamento mucho lo que me comentas, y es verdad, pocos profesionales en la industria prestan atención a los anhelos o sueños de los artistas. Todo ahora es fama y dinero. Pero ya te digo, grabar un material inédito como es debido, implica necesariamente el desarrollo de un proceso complejo, donde lo trascendental es contar con el personal y el material idóneo para trabajar». Manuel tenía razón. Quizás estaba abarcando demasiadas variables de las que era capaz de controlar y había terminado sofocándome. Era imperativo simplificar el proceso.
En los días siguientes a la charla que sostuve con Manuel, revisé mis apuntes y poco a poco fui eliminando o modificando algunas partes del plan. Primero que nada decidí cambiar de locación. Ya no grabaríamos el disco en la capital sino en mi  ciudad, Trujillo, que si bien es una provincia, existen un par de estudios musicales decentes con profesionales capacitados.  Esto último a fin de reducir los gastos, evitar la incomodidad de los traslados constantes y aprovechar más el poco tiempo que teníamos. Eran cinco canciones en un mes, por lo que cada segundo contaba. También opté por modificar el formato de las canciones, es decir, ya no serían grabadas con la participación de una banda completa, sino que lo haríamos en un formato más minimalista, casi acústico, en el que participarían a lo mucho tres músicos incluyéndome. Ya lo dice el dicho: “simplifica y te liberarás”. Llevaba casi una década tocando mis canciones con la ayuda de mis mejores amigos, ¿por qué habría de excluirlos  en la concretización de este sueño tan importante para mí y suplirlos con músicos que si bien podían estar técnicamente dotados, sólo lo harían por el dinero?. En definitiva, no había razón. Fue entonces que Yenson y Miguel, dos de mis mejores amigos,  se subieron al barco. ¿Qué más faltaba?. El estudio, claro. Esta decisión era la más importante de todas, pues el escoger un buen estudio constituye la piedra angular que determina el éxito en un proyecto musical. Es por ello que hice una infinidad de llamadas, consultando y buscando recomendaciones, hasta que al final cuando casi perdía las esperanzas, mi gran amigo músico Félix Zapata, me sugirió acudir a DJ Studio, de propiedad de Daniel Zirena, un empresario dedicado al rubro de gastronomía pero que además era propietario de un estudio musical. Debo confesar que en un primer momento, no tuve las mejores expectativas, pero luego de la primera reunión con el staff, me di cuenta de lo equivocado que estaba. Daniel era un tipo serio, comprometido y responsable. Me expuso a detalle la metodología de trabajo para alcanzar la hazaña de grabar mi primer disco en un mes. Aseguró que antes del último día, yo saldría de la puerta del estudio con mi disco en mano y una sonrisa enorme en el rostro. Quedé sorprendido por su firmeza. No sólo contaría con todo el apoyo logístico sino que también con el capital humano suficiente. Es aquí donde entra a tallar un maravilloso ser humano que tuve la dicha de conocer a raíz de toda esta experiencia. Éste es, Carlos Espinoza, mi productor. Y tengo que ser sincero al respecto mi querido lector, uno de los temores más grandes que afligían mis ganas de grabar, era el hecho de trabajar con un productor con quién no tuviera un nivel óptimo de empatía, que pretendiera modificar esencialmente mis canciones para tornarlas en algo que no eran. Para mi suerte, Carlos resultó ser todo lo contrario. Sus técnicas y políticas eran excepcionales. Carlos escuchaba, Carlos interpretaba y como consecuencia de ello, Carlos sugería. Fue perfecto.
El proceso de grabación fue demasiado intenso. Trabajamos mañana, tarde y noche hasta muy tarde. Todos los días hasta incluso algunos domingos. El personal del estudio, mis amigos y la gente que llegaba a compartir con nosotros, nos convertimos de pronto en una pequeña familia. Han pasado ya algunos meses de lo acontecido y puedo ver la experiencia con cierta lejanía y entenderla en su globalidad. Quizá durante ese mes de diciembre en que grabamos, se me hubiera hecho muy difícil escribir estas líneas. Ahora, con la claridad de la distancia, puedo aseverar que lo vivido fue una catarsis emocional. Sentir que las canciones que escribí hace muchos años atrás en la soledad de mi habitación y que fui construyendo con el talento de mis mejores amigos, tuvieran ahora no sólo una existencia material, sino que además - con la ayuda de las personas adecuadas-, se habían perfeccionado de la forma que tanto anhelé, en definitiva fue la cúspide de plenitud para mí. Todo esto creo se debió en gran medida al profesionalismo de mi productor. Antes de empezar a grabar, Carlos se sentaba frente a mí y decía: «Háblame de tu canción y luego cántala con la guitarra. Pero cántamela de verdad, sin temores, como si estuvieras solo y nadie pudiera escucharte». En ese instante, él tomaba nota de cada detalle de la historia detrás de la canción y sobretodo de mi interpretación. Era como si absorbiera toda la esencia para luego procesarla y como resultado darme las mejores sugerencias. Conservaba siempre un aura de concentración y sapiencia, hasta que de pronto, de un momento a otro era poseído por un sobresalto de lucidez que lo impulsaba de inmediato hacia el teclado, el bajo o la guitarra, para perfeccionar con algún un sonido sublime aquél acorde incompleto. Era realmente impresionante.
Una noche, casi de madrugada en el estudio, nos encontrábamos grabando una de las canciones más complejas del disco. Por alguna razón nos estancamos entre tomas de sonido, así que a fin de relajarnos un poco, Carlos trajo un par de cervezas bien heladas e iniciamos una larga charla en la cabina acerca del proceso creativo. Del cómo surgen las canciones en la mente del artista. La ideación.  Durante el coloquio le comenté a mi productor que siempre que le compartía a alguien cercano, alguna canción que había escrito, casi de inmediato me lanzaban la misma pregunta: ¿para quién es?. He escuchado a tantos artistas responder esa interrogante, cada uno con una respuesta angularmente distinta. Para algunos si existen musas, para otros no, cada quien maneja sus conceptos. En mi caso por ejemplo, la totalidad de mis composiciones parten siempre de una misma esencia: la experiencia de lo vivido. Pero como repito ese sólo es el punto de partida. La esencia. De ahí para adelante, la canción puede tomar cualquier rumbo y ser lo que tenga que ser, hasta incluso plasmar cosas que no tienen nada que ver conmigo. Y es que en verdad,  nunca me he puesto límites durante el proceso compositivo.  Ya alguna vez me ha pasado, que al terminar alguna composición sólo un mínimo porcentaje de ésta hace referencia a determinada experiencia, sensación o recuerdo particular, todo lo demás ha sido creado por mi mente. Es así por ejemplo con la canción que da nombre a mi primer disco: “Ciudad Primavera”. Y me tomaré el cuidado de explicarlo ahora porque pueda que en el futuro ya no tenga la oportunidad de hacerlo. Bueno, esta hermosa canción se sustenta en un recuerdo de mi infancia. Cuando era niño mi papá siempre nos pedía a mi hermano y a mí, que le acompañásemos a recoger del trabajo a mamá. Ella era profesora y laboraba en un colegio hasta la noche. David y yo corríamos entusiasmados a lanzarnos sobre el asiento trasero de aquél viejo Ford marrón que tenía papá y nos recostábamos juntando nuestras cabezas lateralmente de manera que cada uno de nosotros tenía los pies puestos sobre las ventanas de atrás. Esto es lo que más recuerdo con claridad y lo que termina plasmado en la canción: la luz amarilla e intermitente de los postes de mi ciudad mientras charlaba y reía junto a mi hermano. Éramos demasiado pequeños, demasiado inocentes, demasiado felices.
Y bueno, esto fue a grandes rasgos la experiencia de grabación de mi primer disco. Sin duda he omitido muchos detalles y no todo salió como lo planeado. Pese a ello, como siempre manifiesto cada vez que alguien muy amable me dice que este primer trabajo será un éxito, creo que de por sí, el hecho de haber vivido todo esto, el poder disfrutar extasiado del día a día en la concretización de este sueño tan anhelado, lo hace todo un éxito. El dueño del estudio no se equivocó. Un día después de navidad, salí de la cabina de grabación con mis canciones terminadas y con una gigantesca sonrisa en el rostro. Lo había logrado. Apenas podía creerlo. Recuerdo mi caminata de regreso a casa. Recuerdo observar el movimiento de los autos y la gente alrededor. Sentí que el mundo podría prescindir de mí en ese instante y todo estaría bien. Sin embargo, por alguna razón estaba más vivo que nunca. La construcción de mi legado apenas ha comenzado y la humedad en mis pupilas así lo confirma.
Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 33 años y siento que recién empiezo a vivir.
Gracias a todos.

Christian Fhon Trigoso