viernes, 28 de octubre de 2011

FE DE ERRATAS: MI VIEJO ES UN TIPO ESPECTACULAR…



Sé que con anterioridad publiqué en esta columna, que entre mi padre y yo, existía un distanciamiento e incomunicación tal, cuya magnitud era equiparable al tramo que existe entre cualquier punto fijo de este país hasta la galaxia más remota del universo. Y no, no exageraba. Entre nosotros nunca acontecieron aquellas charlas nocturnas en la sala de casa, con algún etílico condicionante, sobre temas un tanto crispados, y que llamaban tontamente al pudor ahora ya perdido. Palabras como “sexo”, “drogas“ y “alcohol”, jamás escuché decir de tus labios. Siquiera sugerir la apertura de algún coloquio sobre los temas indicados era impensable. Tus ojos trémulos, tu temple ajeno, tu postura seria e imperturbable, eran evidencia suficiente de que la comunicación no era una de tus virtudes. Me frustré. E inconscientemente te juzgué también.


Por mucho tiempo viví cuestionándote en silencio, tratando de justificarte por el hecho de que tu padre se separó de ti cuando eras muy pequeño. El contexto familiar que te rodeaba era, digámoslo en una palabra: desastroso. En condiciones muy austeras creciste siendo un autodidacta. Nadie te cuido y solo te hiciste camino en la vida. La relación con tu padre – a quién no conocí –, siempre fue una cita postergada, una eventual presencia sabatina de cine o un lonche de domingo por la tarde. Nada más. En esa minucia se reduce tu experiencia en familia. Ello no fue óbice porsupuesto, para que tú mismo quieras formar tu propia familia. Esa piedra angular que forma a pulso la idiosincrasia de los integrantes de nuestra sociedad, que es un espejo a nuestros valores, el retrato de nuestros defectos. Tu madre, por extraño que suene, sólo iba a la escuela por ti dos veces al año: para matricularte, y para recoger tu libreta de notas al final del año. Nunca se preocupó por ti. No necesitaba hacerlo. Fue por eso justamente, que apenas tuvo oportunidad, te envió a Lima para realizaras tu formación universitaria. Y vaya que no la defraudaste: ingresaste con éxito a la Pontificia Universidad Católica del Perú, pero claro, eso tampoco fue suficiente. A los dos años postulaste a la Universidad Nacional de Ingeniería ingresando en tercer lugar entre cientos de estudiantes: habías encontrado tu verdadera vocación. De ahí para adelante, sólo fueron éxitos en tu vida. Tal vez en la apertura fue un tanto complicado, pero pienso que resultó hasta mejor de lo que tú mismo lo habías planeado. Matrimonio, hijos, trabajo en el banco, casa nueva, autos, los amigos, y en fin, una maraña de circunstancias fuera de todo contexto para ti. La vida que soñaste al alcance de tus manos. Es lamentable decirlo, pero algunas personas, por su propia naturaleza, poseen el inescrutable defecto de dejar de querer casi de forma inmediata, lo que siempre habían anhelado con tanta vehemencia, cuando lo obtienen. Te turbaste. Te sentiste acorralado. Los fantasmas de un pasado febril azotaban tus sueños ahora hechos realidad, y antes de perderlo todo, te aferraste a Dios. Ese Dios abstracto e incondicional. Al que muchas noches escribías plegarias de desesperación cuando yo apenas daba mis primeros pasos. Aun conservo tus manuscritos y aprendo a orar con ellos.


Sin embargo, tu temor hacia Dios acentuó tu temperamento hermético. Con el tiempo, la religión se tornó en una imposición más que en una opción para nosotros. Dios ya no era un escape sino una cárcel. Perdimos identidad. Durante mi primaria adolescencia nos distanciamos demasiado. Era como si habláramos idiomas distintos. Queríamos cosas distintas. Tú querías que la religión me criara, y yo quería a mi padre para eso. Es así, que dichas creencias evangélicas, en un inicio, no sólo sirvieron para marcar ostensibles diferencias entre nosotros, sino también con muchas personas de mi entorno. Cuando ingresé a la universidad nuestra relación ya era parte de un abismo. Con una vida social mucho más activa, propenso nocivas influencias y cambios bruscos en mi personalidad, te limitaste a verme andar a lo lejos. Sólo acudías en mi auxilio, cuando me veías tropezar al borde del camino. Nuestro vínculo llegaba a su hoyo más profundo y juntos, nos hundiríamos en un barranco de desolación.


Pero gracias a Dios el tiempo no pasa en vano. Los años no son ingratos. La vida me ha otorgado una nueva oportunidad de conocer más de ti. Ahora al verte, ya con tus ojos cansados y tus sabias canas, me doy cuenta de cuánto tiempo he perdido. Tu sonrisa a la mitad, tu caminar pausado, me hace seguirte como cuando era un niño. A tu lado, he aprendido que la diferencia de ideas y la crítica, no son motivo para el desdén, sino para fortalecer nuestras convicciones, para calibrar el conocimiento. Porque como dices, ninguna religión debe ser un dogma en la vida. Ningún pedestal soporta tanta infundia junta, tanta patraña innecesaria. Para caminar con Dios, es necesario ser libres.


Hoy, cuando te observo, pienso en mi desidia. En cuánto daría por volver a atrás. Ser denuevo ese niño que corría a tus brazos y apenas llegaba a tu cintura. Coger tu saco marrón y perderme en tus botines verdes. Hasta ahora, sólo puedo leer tus miradas. Es todo lo que tengo para descifrarte. Por mis improperios debiste haber llegado a pensar, que el ser padre, debe ser la labor más ingrata de todas. La peor pagada. Porque es algo que no se nace sabiendo, sino que se aprende al andar. Vuelvo a mirarte entonces. Debe haber alguna forma de recompensártelo. Poder retribuir toda esta pasión de una vida entera: es imposible. No existe traje tan caro, no hay joya equiparable. Tontamente pensamos en fechas: “el cumpleaños”, “el día del padre”, “navidad”, sin darnos cuenta de que esto es una cuestión de todos los días. Y sabes, cuando se trata de ti, es realmente complicado. Vienes de un hogar tan humilde que es imposible regalarte algo sabes?. Te pueden regalar una camisa Versace, Lacoste o Tommy Hilfiger, pero ¡simplemente no las usas!. Tú prefieres comprar ropa usada, andar descalzo o sin camisa en la casa. Y es que hay cosas que simplemente son así. No se explican. No tendría sentido hacerlo.


Pero esto si lo explicaré. Y lo haré por el simple hecho de aclararlo. Nunca dudé de ti. A decir verdad, siempre he pensado que eres un tipo espectacular, pero ahora, lo digo con conocimiento de causa. Porque al ver mi reflejo en tus ojos pienso: “Tengo tanta fortuna de ser parte de ti”.

CHRISTIAN DAVID FHON TRIGOSO

viernes, 9 de septiembre de 2011

ESCRIBO (Emulación a Beto Ortiz)

Tenía que escribir esto. ¿Por qué?. No lo sé, simplemente sentí que debía hacerlo. Vaya en fin, emulación o no. Aquí va.
Escribir…. Para algunos suena aburrido en sobremanera, para otros es demasiado tedioso y para el resto, es un hobby para los resentidos sociales. Es una muestra de debilidad me dijeron alguna vez, “ ¿cómo puedes ser tan franco?, tan incisivo, tan directo, tan hiriente, ¿plasmar todo lo que sientes en una página web y que todo el mundo se entere?, yo no podría.. de verdad no podría.”
Si tan sólo supieran que la escritura es la única barca de salvación que me queda, la última moneda en mi bolsillo, el cigarrillo que sobró en mi cajetilla. De mis pasiones, debo confesar, es la menos vana. Porque me permite ser lo suficientemente sincero que quisiera, casi sensato, pero claro, para que eso suceda tendrían que extirparme el cerebro, resetear mi disco duro, exorcizarme diez veces, y plantar en mí un alma cándida, con beneplácito arrollador y espíritu condescendiente. Pero no se emocionen: eso jamás sucederá.



Escribo porque la realidad me repugna, me causa urticaria mental, me desnuda el poco pudor que poseo, y es así que prefiero, viajar en el éxtasis de las ideas, en el sublime resonar del teclado; trazando sueños, creando historias que sólo encuentran sentido en la vasta imaginación del escritor y que el sólo hecho de ser plasmadas las convierte en eternas. Porque me cuesta demasiado aceptar que algunas cosas nunca cambiarán, y que otras, por desgracia, jamás volverán a ser las mismas. Es por eso que prefiero idealizar, cambiar los hechos, los nombres, las palabras, y reducirlas a un texto. Un texto sinuoso, camuflado, que esconde la piedra que guarda una mano sigilosa, que se asemeja al piso falso del teatro de mis mentiras, y al final, esa redacción parcial de una realidad “mejorada”, me ayuda a convivir conmigo mismo. Porque nadie es una sola persona. Nadie es una película repetida o una canción de moda que con la constancia se desecha. Todos somos un abanico de versiones de nosotros mismos. El ser humano, a diferencia de otras especies, tiene en su haber la inmejorable virtud de poder refundarse todos los días. Es así, que cuando escribo, y sólo cuando escribo, me encarno de una polaridad implacable y puedo ser en un minuto, el sujeto más sensible y atento con las necesidades y sufrimientos ajenos. Un adicto a la filantropía, un altruista voluntarioso de mano suelta que no escatima en desprenderse de lo que le pertenece si es que se trata de priorizar el bienestar de otra persona. Dar el brazo al caído, la medicina al enfermo, el agua al sediento. Porque me siento como Einstein cuando descubrió la Teoría de la relatividad, o como Astor Piazzolla y su Libertango, cuya terquedad logró demostrar a tanto ignorante y advenedizo argentino, que el arte no se crítica, se aprecia. Porque la libertad de estas líneas me permite viajar, subir a la montaña más alta y sentir el viento en mi cara, la luna en mis ojos, la vida en mi pecho, y cada sonido es un latido, cada palabra es la apertura para estrechar un lazo de hermandad.

Paradójicamente, y tan sólo unos segundos después, mis manos se convierten en dos guantes de box, en el saco, mi pluma se transforma en el cuchillo más filudo, y la computadora personal, en el detonador de la bomba atómica que devastó Hiroshima y Nagasaki. Pues la otra cara de la moneda parece ser más atractiva, más brillante, y subliminalmente empiezo a disparar. Porque no me asienta la pose de buena gente, porque me joden las ínfulas de grandeza, porque detesto a quienes se valen del éxito de los demás para figurar en pantalla, repetir verdades ajenas y aparecer en la foto. No escribo porque no pueda decirte tus verdades en tu cara pelada, sino porque, además de ello quiero que quede sentado ante todos la estupidez de tu desidia. Escribo porque me jode, y realmente me jode que la política sea la ollita con moneditas de oro de tanto duende metido en la burocracia, pues en el Perú, ejercer un cargo público es sinónimo a patearle el culo a la población, mientras disfrutas de una línea de crédito ad infinitum conformada por las billeteras de todos. Pues claro, y no miento, que si el ilustre Haya de La Torre, vislumbrara la hoy maraña de incompetencias, escándalos y casos de corrupción del anterior régimen aprista, el mismo se metería un tiro en la sien. Gracias Rómulo León, Mercedes Cabanillas, Fernando Barrios, Jorge Del Castillo, Aurelio Pastor (saludos de Crousillat), Octavio Salazar, y tantas otras perlas fatuas, pero claro no olvidemos, a nuestro favorito, Alan García, que dentro de sus virtudes como político – que son pocas – es portador de un estoicismo supremo para evadir las preguntas comprometedoras, los diálogos frontales, y la rendición de cuentas. Pues sí, basta ver o escuchar alguna entrevista que se le haga, en uso de su buen verbo o su demagogia sórdida y lodosa, cual Pulga Messi, empieza a gambetear pregunta tras pregunta, pero claro, obvio, no cualquier pregunta, sino sólo aquellas que duelen, que te agarran por atrás, que te meten el dedo al ojo, que te abren la herida, que te revientan el chupo, si….. sobre todo esas, son las que evita responder.

Escribo porque estoy harto de que el crecimiento económico de mi país sólo sea una cifra muerta en una dispositiva de power point, sin consecuencia ostensible en una realidad concreta. Porque los entendidos en la materia no se cansan de aplaudir el auge de estos años, sin embargo, la inseguridad en las calles, la ignorancia de la población, y la podredumbre en el ejercicio de los cargos públicos, son nuestro pan de cada día. Y esa es una indignidad que no sólo lastima, sino que también jode nuestra existencia. Porque tenemos que entender que únicamente habrá distribución en la medida que el crecimiento se acentúe, y llegue, porsupuesto, a las zonas que más lo necesitan.

Escribo para no llorar, o para hacerlo, sin que nadie me escuche. Porque la autocompasión cuando es excesiva, es ridícula. Escribo para olvidarte, y aunque sepa que nunca podré hacerlo, escribo entonces, para recordarte. Para sentir siquiera que existes en estas líneas, porque tu ausencia es para mí, como si hubieras muerto. Escribo, aun con desgana, simplemente para pensarte, para dedicarte estas líneas frívolas y sin sentido, como las noches que paso sin ti. Sin tu caminar pausado, sin tu sonrisa a la mitad y tus ojos tristes. Por la extraña virtud que tenías al hacerme reír, para lograr valorar lo que otros daban por sentado era una nimiedad.
Y si estás líneas servirán de algo, que sirvan sólo para que tú las leas….

Christian David Fhon Trigoso

miércoles, 9 de marzo de 2011

URBANISMO



La vida no se agota,
en un suspiro, en un simple trámite,
por el contrario,
es un sendero interminable,
una ruleta pringosa,
de edificios, vehículos y sueños.

Y mientras pienso, me detengo,
tratando de reconocerme,
en este mar infinito,
de rostros ajenos pero sin dueño.
Es el espejo de la nada,
la sombra de un fantasma,
la fría desolación de una mano vacía.
Y me siento, me siento en mi soledad,
en esta soledad tan mía y agotada,
esta soledad de paraderos de autobús,
de semáforos multicolor,
y de minutos, muchos minutos también.

Aquí me bajo,
después de un largo rato,
a buscarte entre la multitud,
sabiendo que no he de hallarte.
Porque ya no estás,
ya no estás aquí ni en ningún otro sitio,
pero sin embargo,
te sigo buscando.

Christian David Fhon Trigoso

jueves, 20 de enero de 2011

RESPIRAR



Tu voz es el eco de la noche,
Es el aire que sopla tus ausencias,
no me deja soñar,
no me deja vivir.
Pues quizá sea esta soledad,
el alargue de una condena postergada,
que por razones del destino escape de padecer.
Pero hoy, la vida me pasó factura,
llegué al borde del camino,
y el tiempo se me acabó.
Tus dudas no caben en mi pecho,
la sed de certeza me inunda de a pocos,
contrariedad de vida,
me parto en dos;
Necesito respirar sosiego,
Descansar en los bastos campos de tu alma,
y no sólo vivir de recuerdos,
de invocaciones imaginarias,
que apagan las luces de este amor,
que por primera vez parezco sentir.
Ato a mis sueños oscuros tus miradas perdidas,
que no logro descifrar bajo ninguna ciencia,
debes saber que vivo de sonrisas,
y que una gota de compasión,
sanará todas mis heridas.
Por eso no tardes,
no alargues tus pasos confusos,
y llega hoy,
aunque sea tarde,
aunque sea de noche,
….pero llega.


Christian David Fhon Trigoso