Hola...
Espero que no te sorprenda que te escriba después de que prometí no hacerlo, pero deberás saber que si de romper promesas se trata, créeme, tengo dos maestrías. Quizá el motivo de estas líneas sea esa imperiosa necesidad que tengo de escucharme, de entenderme, de entenderme y escucharme. Porque la escritura es la única terapia que puedo pagar, porque no confío en los psicólogos y en sus estúpidos raciocinios de que la respuesta a todo vacío existencial del ser humano, se encuentra en aquella diminuta caja de pandora llamada “mente”. No señor, a otro perro con ese hueso.
Espero que no te sorprenda que te escriba después de que prometí no hacerlo, pero deberás saber que si de romper promesas se trata, créeme, tengo dos maestrías. Quizá el motivo de estas líneas sea esa imperiosa necesidad que tengo de escucharme, de entenderme, de entenderme y escucharme. Porque la escritura es la única terapia que puedo pagar, porque no confío en los psicólogos y en sus estúpidos raciocinios de que la respuesta a todo vacío existencial del ser humano, se encuentra en aquella diminuta caja de pandora llamada “mente”. No señor, a otro perro con ese hueso.
O es que tal vez soy un egoísta, un vil canalla, que te utiliza para desmenuzar sus seudos problemas, para canalizar sus preocupaciones minúsculas, que no son nada que la fuerza de voluntad o un carácter insensible pueda solucionar. Pero siendo como soy, y conociéndome como me conozco, diría que para mí, soy un extraño, un desconocido, una persona que no vi jamás. Debido a ello, considero que la escritura es como un espejo, como un manantial cristalino, en el cual puedo ver a detalle cada uno de los rasgos de mi alma, de mis tantos demonios, que me acechan todo el tiempo y no me dejan descansar.
Puede ser que te este engañando y te escribo porque quiero impresionarte. Porque veo en ti la felicidad de lo desconocido. Porque prefiero refugiarme en la oscuridad de las expectativas, antes que enfrentar la realidad concreta de tu ausencia. Porque quiero sonreír sabiendo que me escuchas, que me lees, mas no que me comprendes. No necesito que me entiendas, porque eso te llevaría a formular juicios sobre mí, y siéndote sincero, hay veces en que ni yo me entiendo. Te escribo por toda esta bruma de sentimientos que tengo dentro, porque te amo, o mejor dicho, porque amo la idea de ti. De que existes, de que estás del otro lado leyendo esto pensando que estoy loco y desquiciado, y pueda que realmente tengas razón.
Porque soy como decía Benedetti: “un triste de vocación alegre”. Es decir, un gris opaco de tonos pintorescos, de sombras felices. Pero sin ti soy como un bohemio sin vino y sin guitarra, un poeta maldito, sin su pluma maldita, una canción sin ritmo y sin sazón, un amor sin caricias, sin besos, sin abrazos, en otras palabras: un amor, sin amor. Te escribo para invitarte a la galería de arte de mi vida, para que camines entre los cuadros de mi tristeza, entre los colores taciturnos de mis tribulaciones, y así puedas entender que la vida será tan buena, en la medida que generemos recuerdos bonitos para evocarla.
Por eso te escribo, porque aunque estés sola en tu habitación, acompañada por el silencio del viento, cuando ya no encuentres consuelo en el llanto, ahí estaré contigo, aunque no me puedas tocar, aunque no me puedas sentir, estaré en cada sonrisa de tus labios, en cada línea de estos versos, en las melodías de mis canciones, en los libros que leí, y así comprenderás que no me fui nunca de tus brazos y que no me iré jamás, porque hacerte feliz es lo único que sé hacer bien.
Christian David Fhon Trigoso
Christian David Fhon Trigoso