viernes, 10 de julio de 2009

ELOGIO A JULIO GARRIDO MALAVER - ENSAYO




Para conocernos, muchas veces no es suficiente con la introspección. Resulta necesario implacablemente conocer los contextos, las connotaciones de nuestro patronímico, las luchas, victorias y hasta prisiones de nuestros antecesores. En nuestro ser, el código genético que se nos ha sido asignado, revolotea entre las sombrías profundidades de nuestra personalidad, haciendo que de un momento a otro, a veces, sobresalte algún comportamiento o rasgo que asumíamos muy ajeno a nuestro carácter. Antes de cuestionártelo, deberías en primer lugar mirar tus manos nada más, la profundidad de tus ojos, el reflejo de tu alma, y verás en todo ello, el arduo camino y las pesadas luchas de quienes te antecedieron. Lo reseñado tuvo orientación viable, cuando en una de las innumerables conversaciones sostenidas con mi padre en la sala de casa, tocamos someramente el invaluable legado de un destacado poeta lírico, novelista y pensador incansable como fue Julio Garrido Malaver, tío de mi padre. Hablar de él, es reseñar la historia de un hombre comprometido con la lucha social, casado con su ideas, y hasta algunas veces esclavo por ellas.
Julio nació en la pobreza de la localidad cajamarquina de Celendín, allá por el año 1909, y fue quizás, ese mismo contexto austero con el que nació, el impulso para trazarse un horizonte mucho más comprometido con su pueblo, aceptando como él decía, las cosas como son, para modificarlas en razón de sus convicciones más acendradas. Estudió leyes en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos – Lima y en la Universidad de Concepción en Chile, pero eso simplemente fue el inicio de una vida llena de travesías victoriosas y desventuradas por las que pasó Julio. Por mera reseña histórica, puesto que el presente artículo no pretende fines biográficos, este renombrado escritor realizó una activa labor como periodista siendo director del Diario “Norte” en nuestra ciudad de Trujillo, siendo un duro crítico del régimen oficialista durante el gobierno del General Velasco Alvarado, motivo por el cual fue encarcelado en 1971. Desarrolló actividad parlamentaria en cuatro oportunidades, tanto como diputado y senador, planteando, entre otras cuestiones, junto al destacado escritor y militante aprista Luis Alberto Sánchez, el proyecto de ley que nivelara los sueldos y cesantías de los profesores universitarios. Fue director del Instituto Regional de Cultura de Trujillo, alternando su labor cultural y conferencista, con la política entregada a la predica social, con un sentido humanitario, cristiano, de piedad para el pobre y de rebeldía contra el explotador. Lamentablemente, por cuestiones ideológicas y políticas, fue encarcelado injustamente en varias oportunidades, llegando incluso a ser internado en la prisión o islote carcelario denominado “El Frontón”, durante la década de los cuarenta.
Su obra literaria es el testimonio de una vida comprometida con los seres humanos, la naturaleza y los animales, goza de una conmovedora espontaneidad, cultivando obras poéticas y narrativas, siendo la más destacada “La Dimensión de La Piedra” (1955), la cual fue inspirada en prisión. Fue premiado en una serie de oportunidades, siendo nombrado Poeta de la Primavera en Chile (1937), por su “Canto a la reina primaveral”, laureado en los Juegos Florales Universitarios en San Marcos en Poesía y Novela con su “Canto a la primavera en varios momentos” y su novela “La Guacha”.
Bueno, como mencionamos en anteriores oportunidades, vayamos a los motivos sustanciales por el cual nos impulsamos en esbozar el presente artículo, es decir a la parte reflexiva del asunto, lo cual nos lleva inevitablemente a introducirnos al pensamiento de este escritor. ¿Cómo pensaba Julio Garrido Malaver?, ¿cómo veía al mundo, a la juventud, a la vida misma?.
Antes de responder esas preguntas, debemos aclarar, que a pesar que el contexto familiar que rodea al escritor del presente artículo, se encuentra muy orientado hacia el aprismo, debemos aclarar que no somos abanderados ni nos sentimos identificados con el mencionado partido político, del cual como es sabido, surgió uno de los más importantes ideólogos de Latinoamérica, como fue Víctor Raúl Haya de La Torre así como políticos embarrados por los fangos de la corrupción como es el caso de Rómulo León Alegría. Pues como me confesó mi padre en nuestro breve coloquio que mantuvimos, lo sorprendente de Julio Garrido no fue tal vez la eficacia políticamente comprobada de sus ideas, sino el compromiso, sacrificio y entrega que él asumía por las mismas. Era un hombre capaz de aguantar mil odioseas, prisiones y penurias por sus creencias, por sus convicciones, por dejar sentado su punto de vista. Eso muchas veces, es de mayor trascendencia que mantener una “democracia representativa” como un político atornillado a su curul, amarrado a su bancada o traicionándola por la espalda tras la bonanza de un venenoso soborno.
Para Julio, muchas palabras connotaban más que su ordinaria significación. La juventud por ejemplo, no era simplemente una etapa de la vida, cuyo vigor e ímpetu estaba determinado por la edad, puesto que para él la conceptualización de ésta palabra iba muchas allá de eso. “La juventud jamás podrá ser simplemente la edad que caracteriza los años bien o mal cumplidos. La juventud es la capacidad (….) para sentir, para vivir y expresar en concretas realidades las ideas que son valores esenciales de nuestros padres, de todos nuestros antepasados y de nosotros mismos, que de alguna manera somos la continuidad de ellos”. Ciertamente para Julio la juventud es fuerza, voluntad, destreza, para impartir nuestros pensamientos, para mantener la vigencia de nuestra lucha contra todo tipo de injusticias, una lucha intelectual, una lucha académica. Es por ello justamente, en esta línea de ideas, que una persona a pesar de haber llegado a los pisos más altos de la senectud, puede aún mantenerse joven a través de sus ideas, toda vez que para él, la vejez sólo acontece cuando el hombre llega al final de su camino, vacío de creencias y como el decía, cuando “apenas si es ya capaz para olvidarse de sus huesos, y sin poder siquiera reclamar una medida de luz para el polvo que será mañana sobre la tierra”.
De lo acotado en forma precedente, devino en el referido escritor una constante preocupación por las generaciones futuras, a quienes cuestionaba por la insatisfactoria elección de prioridades en sus vidas. Señalaba que las nuevas generaciones confunden su misión para la cual vinieron al mundo, pues otorgaban exclusividad al deleite, a la infecunda quema de energías, como si la vida misma fuera una incansable carrera hacia la muerte, meta donde al final se contabilizarían todo su catálogo de victorias materiales, de las que paradójicamente no quedarían más que sus difíciles e inútiles cadáveres.
De esta forma tan drástica exigía en nosotros, las nuevas generaciones, a una reacción inmediata, mediante la cual sean los jóvenes los campos fértiles dónde sembremos la semilla del cambio, para todos los sueños que hasta el alma más pobre pueda añorar. Nos pedía comprometernos con la humanidad, con nuestra verdadera misión, la lucha social contra las injusticias del explotador, del político corrupto y del régimen acosador.

Y así, finalmente cuando mi padre culminó nuestra conversación, dejó sentado el valuarte de lo que para él significa este escritor. Mi padre particularmente no se considera un aprista acérrimo, pero por la influencia ideológica de su tío adquirió muchos libros sobre el pensamiento aprista, y es que cuando esas ideas eran impartidas por el tío Julio, todo era completamente distinto, ya no era un partido el que predicaba demagógicamente, sino que era un testimonio de vida, de un hombre luchador, comprometido con sus convicciones las cuales invitaban al ensueño, a la idealización de una patria nueva, de un Perú justo, donde no existía discriminación ni clases sociales.
Lamento, muy profundamente, no haberte conocido de manera directa, pues en tus últimas visitas en nuestra casa, cuando ya te vencía las heridas de tantas batallas, los rezagos de tantos claustros, yo aún daba mis primeros pasos, sólo te escucha sin comprender, sin imaginar siquiera tus luchas, los tantos caminos que habías recorrido antes de llegar a nuestra sala.

Ahora cada vez que camino en la oficina de papá y veo tus libros en su librero recuerdo mis líneas favoritas de uno de tus libros:
“MUY POCO VALE TENER EN LA CUENTA POCOS AÑOS (….). LO QUE IMPORTA, PARA QUE EL HOMBRE SEA NUEVO, ES QUE SUSTENTE IDEAS QUE TENGAN LA VIRTUD DE NO ENVEJECER. IDEAS SIN EDAD, QUE NACIERON, NACEN Y SEGUIRÁN NACIENDO, DE LO PROFUNDO DE LOS HOMBRES Y DE LOS PUEBLOS ENTREGADOS A LA FAENA DE ENCONTRARLE A LA VIDA SUS LADOS DE GRACIA, DE JUSTICIA, DE BELLEZA Y AMOR”.Feliz centenario de tu natalicio, tío Julio. Pues es gracias a ti, cada día más me voy conociendo a mi mismo. Con cariño.


CHRISTIAN DAVID FHON TRIGOSO.